domingo, 4 de abril de 2010

Pascua 2010

Físicamente, agotado. Mentalmente, exhausto. Espiritualmente, renovado. Acaba hoy un Domingo de Resurreción, culmen de un Triduo Pascual intenso (no diré que el mejor, saber del riesgo de caer en el exceso) en el que es necesario ponerse delante de la pantalla para poder expresar los sentimientos, víctimas de las lágrimas del amor. La Pluma Indiscreta, que seguirá sin actividad hasta nueva orden, no podía regresar si no fuera porque la ocasión lo merece.

Se acaban cuatro jornadas, si nos guiáramos con los dedos de los días, pero comienza una nueva etapa vital, con la conciencia de qué hay pocos motivos para dudar. Si el jueves es la entrega, el viernes es el dolor, el sábado es el silencio y el domingo es la alegría, la clave de todo es el Amor. Con mayúscula, cómo lo enseñó «aquella tarde», para tirarse al suelo de la humanidad y demostrar que era un «pastor, con [el alma del] buen pastor».

Ese Amor que se manifiesta un viernes, repitiendo más de una vez un esquema carcomido, sea en un templo o en una calzada. Y es que, aunque se esté comiendo, Él se va y todo se detiene, no hay ganas de reír, ni siquiera de correr de pueblo a pueblo. Sólo hay necesidad de mirar una cruz, pensar, llorar y darse cuenta de que nada importa porque Él no está.

Ese Amor que se manifiesta un sábado, viajando en conversación, pero en silencio espiritual. En el desierto de la soledad compartida, se puede descubrir que de quien menos uno espera, se puede descubrir cómo enfocar la fe. Porque aunque se diga «ha muerto», tienes la certeza de que podrás sentir horas más tarde que «va a resucitar» y recibir cómo respuesta «por eso estamos contentos», para poder replicar con un ensordecedor «Feliz Pascua».

Y es que el domingo es el amanecer de un nuevo día, que anuncia ya la noticia esperada. Ni las mujeres, ni nosotros podemos mirar al sepulcro; porque ha resucitado y tenemos que hacerlo con Él, si no queremos sentirnos huérfanos en el próximo año. La Resurreción obliga no sólo a limpiar la casa y a salir de ella, sino a complicarse la vida, con la certeza de que en los tramos difíciles no veré mis huellas en la arena y sólo pisarán las suyas.

Y todo esto es posible, a pesar de que se viaje con odio en el corazón. Porque su Misterio está en el amase continuado, que da fruto a largo plazo. En el amase individual y colectivo. En la alegría de verse sostenido por algunos de vosotros, cómo pocas veces uno se había sentido. Porque no se trata de ser un maestro, sino de que el Maestro nos ayude a todos a comportarnos como Él nos enseñó. Se acaba el día. Mañana habrá que volver a levantarse. Reloj a las nueve. Herrera en la Onda sonando. Tertulia política. La realidad golpeará y estallará en las narices, cuál frágil vasija de barro, ese barro por el que se puede ser moldeado. Al menos hasta el 25 de junio, habrá que decidir entre lo correcto y lo fácil. Una cosa clara: Merece la pena complicarse la vida.

1 comentario:

A. dijo...

..al pie de la Cruz, con el que está en Cruz, un rayo de luz en la oscuridad...